Alguien

Hoy he venido a hablar de alguien.

Alguien con quien viajar a una dimensión espacio-temporal paralela, en la que los minutos ni avanzan ni se detienen, simplemente se obvian porque no importan. Alguien cuyo segundo nombre es hogar, porque es en su calidez donde habitamos en calma.

Quien nos borra los miedos, quien nos da alas y nos toma de la mano para cruzar los más profundos abismos. Alguien que le da sentido a las mañanas frías, a los días de lluvia, a los domingos.

Alguien con quien ser verdad. Con risas, llantos, peleas y arreglos. Alguien con quien hablar con palabras, ojos y besos. Culpable de nervios y pensamientos inquietos, de sonrisas escondidas y recuerdos indiscretos. Dueño de abrazos eternos, sin prisas ni tiempos.

Alguien que eriza la piel para calmarla después. Alguien que eriza el alma para nunca jamás calmarla. Que la alborota sin remordimientos, que desordena su mundo completo. Alguien que descubre todo lo que esconde y lo acaricia hasta borrar sus miedos.

Que me mira en libertad, con quien ser en libertad. Porque piso firme, olvido el vértigo y vuelo alto.   Toco cielo, tierra e infierno. Con quien no hay calor que no se entibie, ni frío que entre sus brazos no se calme.

Con quien conocer mundos nuevos. El mío, el suyo, el nuestro. Con quien poner nombre a los sueños. Borrar de la mano todas las fronteras, y sumar kilómetros y banderas. Con quien despedir días y noches, con quien recibir noches y días. Con quien gritar, callar, susurrar y suspirar.

Alguien con quien nada se entiende, y todo cobra sentido. Alguien que sin explicación resuelve todas las dudas. Alguien que, sin querer querer quieres, y sin esperar desesperas. Alguien con quien todo, siempre; mientras siempre dura en nuestro tiempo. Ese tiempo que no existe, porque qué importan los minutos que pasen, si ese alguien está presente.

Sonrisa perdida

Una en un millón de sonrisas buscaban encontrarla,

la de la fuerza que perdió tratando de entender

que no era la vida sino un asalto forzado en el camino.

Comprender no sirve cuando la historia es ajena,

y no entiende cuando la vida es propia pero se va

o se fortalece, según capricho de quién sabe.

La música sonaba diferente, las risas más intensas,

y el tic tac del reloj era tan insoportable como amable.

Los abrazos duraban más, los te quiero hacían eco

y la sal de las lágrimas por primera vez no curaba,

pero aliviaba a escondidas y emocionaba en público.

La pena no sirve, enfurece y hace daño. Evítala.

Empieza mejor a contar, construir y seguir volando

sobre recuerdos que le van a ganar al tiempo,

a los miedos, a toda angustia, a la risa jamás vencida.

Una en un millón de batallas triunfaba en memoria

de todas las fallidas, en mención propia de quien

escribe una historia nueva que contar y cantar;

porque la vida siente y se basa en versos y besos

bien rimados, de los que alivianan almas heridas

que buscan cuál será la banda sonora de sus vidas.

Encontró la sonrisa perdida entre pequeños motivos

antes ignorados, olvidados en favor de nimiedades,

y en cuanto la hubo encontrado nunca más la soltó.

Crónica de un querer

Entre los muchos significados que el diccionario de la Real Academia Española recoge del verbo querer, el que se nos viene a la cabeza en primera instancia es el de «amar, tener cariño, voluntad o inclinación a alguien o algo». Googleando el mismo verbo, nos lo definen como «sentir afecto, cariño o amor por alguien o algo».

A veces las palabras son meros títulos que tratan de ayudarnos a comprender ese sentimiento que nos late en el pecho. Ponerle nombre a una emoción no debería ser tan fácil, porque hay muchas formas de querer. Es más, me atrevo a decir que hay formas de querer que se alejan mucho del propio verbo; algunas lo superan, y otras lo dañan. Sigue leyendo